CRÍTICAS

Revista Ambar

Después de su estreno en 2009, el director Pablo Bellocchio nos convoca nuevamente a vivir la espera como acontecimiento, a seguir su curso junto a cuatro pacientes de una guardia y descubrir sus grados mientras una médica insiste en prolongarla.
Abulia es una puesta en escena que nace de aquellos residuos de tiempo desatendido por el afán o que se imponen, ineludibles, en nuestras rutinas: viajar en colectivo, hacer la fila para un trámite o aguardar para ser revisados por el médico.
La idea surge precisamente de la experiencia de Bellocchio en un hospital público, donde tuvo que esperar siete horas para ser atendido. Estar allí y presenciar el discurrir abúlico de quienes como él no hacían nada para revertir su situación lo impulsó a trasladar al plano creativo esos “momentos en los que simplemente estamos obligados a pasar el tiempo”.(VER NOTA COMPLETA) 


María de Los Angeles Sanz - Luna Teatral

La puesta de la pieza de Bellocchio que se presenta en la sala del teatro El Fino utiliza, con acierto, el ventanal de la misma formado por vitrales, para dar naturalidad al espacio de un hospital y su estructura antigua. Las sillas de plástico que son la antítesis de la sofisticación y elegancia que señala la aparición de los vidrios esmaltados, dan cuenta de la paradoja del estado de la salud pública; donde nada se recompone de fondo, desde la raíz de los problemas sino donde el emparche, la modernización de elementos en solitario, es una constante. Un segundo espacio que sitúa al personaje de la profesional de la medicina, se mantiene en penumbras: una camilla desprovista, papeles con informes médicos que se van llenando como única actividad. La Abulia comienza ya desde ahí en ese escenario que se niega a cambiar que no tiene la voluntad suficiente que requiere la transformación. En ese locus donde el tiempo parece detenido por la inercia de sus ocupantes, cuatro pacientes, cada uno con su problemática y su dolor, esperan la atención de un quinto personaje, la médica de guardia, que también atravesada por la falta de fuerzas o porque está de alguna manera utilizando a las personas como conejos de indias en un laboratorio, es testigo de la desesperación que se produce en ese sala, que ella misma con su negación a ejercer su trabajo provoca. Bellocchio da cuenta de la textura dramática a partir de soliloquios y diálogos cada vez más cargados de una violencia que la propia impotencia desborda. (VER NOTA COMPLETA)



La garganta poderosa

Hacer una columna de opinión no necesariamente implica encolumnarse a la devoción. Pero entre tantos bombos y estandartes, nos damos un respiro con la sección “Villas Artes”. No se trata de analizar la vida de los famosos, ni interpretar textos tediosos, sino de volcar sentimientos poderosos. Ni como Caras, ni como Gente; como lo siente el teatro independiente.
Por eso, después del análisis de “Infancia clandestina”, decidimos meternos en una obra que se hiciera con los recursos de un colectivo creativo, como La Garganta Poderosa, desde el compromiso autogestivo.
“Abulia” anunció su lanzamiento, y nosotros nos zambullimos en el descubrimiento. Qué será eso, pensamos, en esta ignorancia que parece epidemia. Y nos metimos en la página de la Real Academia: “Falta de voluntad”. ¿Falta de voluntad? Cómo engaña el diccionario, si olvidamos su origen reaccionario: podríamos volcar mil elogios a la obra, de los mejores, pero nos vamos a quedar con la voluntad del director y los actores.
Desde la mirada de Pablo Bellochio y su buena junta, se hace imposible no hacerse una pregunta. Y otra. Y otra más. ¿Y las respuestas? No las necesitás. Porque arriba de las tablas, lejos de las plumas y la trivialidad, Martina Carou, Jimena López, Malena López, Nicolás Salischiker y Marisol Scagni te hacen sentir adentro de tu propia realidad.  (VER NOTA COMPLETA)

Farsamag


Sólo en ciertos momentos surgen, en nuestras cabezas, algunas ideas, pensamientos, personas y deseos de cierta profundidad. Momentos en los cuales no podemos hacer otra cosa que esperar, en la cola para el banco, por ejemplo. En este caso nos encontramos en la sala de espera de un hospital público, 4 personajes, cada uno con su pequeña historia, y una médica que se contrapone a la urgencia que ellos tienen. Aparece el clima pegajoso de una espera, la impotencia de no poder hacer nada y la exageración de todo esto. (VER NOTA COMPLETA)


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